La piel que contaba una historia

«No había visto nunca ningún tipo de arte de un niño convertido en tatuajes».

Estas fueron las palabras de Keith Anderson, un papá canadiense que – abrumado por la forma en que su hijo Kai crecía e iba quemando etapas de su vida ideó una particular forma de detener el tiempo.

Desde que su hijo cumplió los 4 años decidió revestir su cuerpo con tatuajes de los dibujos que éste hacía.

Una forma de detener el tiempo, un diario de piel, que como las arrugas, dejan constancia de los momentos vividos.

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Fotografías : Chance Faulkner

chancefanlknerphotography.com

34 comentarios

  1. Imaginativo, muy sentido, pero algo perverso, redalmados.
    Quizás las arrugas sea lo mismo, un tatuaje, no tan perfecto pero válido.
    Curiosa y sin embargo bella hostoria.

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  2. me parece muy original y, aunque yo no lo haría no lo critico por eso. Me acostumbré a no juzgar y eso me parece de lo más saludable. Me gusta la foto de Keith de frente (¡vivan los hombres con barba!); se lo ve muy sereno y confiado. Entonces digo que no lo hizo mal, por el contrario.
    Cariños.

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  3. Mmmm. a mí los tatuajes no me gustan mucho, más que nada porque lo permanente no siempre lo es. ¡Anda que si el niño en cuestión se hubiera llamado Goya! lo hubiera tenido difícil para tatuarse tan prolífica obra. 😉

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